Larán es uno de los pueblos de la provincia de Chincha que ha sabido mantener ese sentimiento cristiano en la Navidad y que ha celebrado siempre esta tradicional fiesta entre sus gentes. Sentimiento que –a Dios gracias– se ha conservado a través de varias generaciones, testimonios que pueden dar muchos de sus pobladores que frisan más de los sesenta años.
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Hatajo de negritos |
Este pueblo, enclavado en la pampa de Ñoco, surgió –como en otras oportunidades hemos dicho– como un apéndice de la hacienda Larán. Aquí empezaron a convivir mestizos, chinos, afroperuanos; y en mínima escalas italianos y checoslovacos (los Brignole y la familia de Bosco). Desde hace varias décadas, la fuerza del amor por esta tierra generó todo un sentimiento altolareño.
La celebración de la Navidad se remonta a los primero pobladores que llegaron a esto lares (Jacinta Jacobo, “Tato” De la Cruz, los hermanos Mendoza, Pedro Carrillo, José Vilca, Natividad Magallanes, José La Rosa…). Por ese motivo, nos ubicamos –más o menos hacia 1880–, pues siempre tomamos como referencia el nacimiento del abuelo don José del Carmen Vilca Zúñiga, quien nació un 16 de julio de 1871 (en lo que es hoy la calle El Carmen Nº 100) tal como reza en su Carné de Identidad. Quiere decir, entonces, que cuando se produce la guerra con Chile, él tenía 8 años.
En este caserío –originariamente llamado la ranchería Chancay– se desenvuelve la vida apacible de sus pobladores. Las aguas rumorosas de la acequia saciaban los años de la vida comunitaria. Las casas eran de carrizo y barro. En su diseño estaban una especie de sala, los cuartos, la cocina y el tradicional corral para los animales. Eran los tiempos de los fogones de piedra o de adobe; y la leña y su humo esparcido al viento alimentaban los músculos y los sueños de sus primeros pobladores. Los mecheros y después los lamparines rompían la lobreguez de la noche y la conversación de sus luces –aquí y allá– eran como las luciérnagas de los campos.